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Columna | Rosario Avilés

Se dice fácil: 6 años, 2,192 días; 52,608 horas; 3 millones 156,480 minutos esperando. Primero, que la vida normal de trabajo se restablezca. Después, que una de las muchas ofertas para reiniciar operaciones sea aceptada. Por último, que las diversas instancias de la justicia funcionen y que –cuando menos- los responsables sean llamados a cuentas, que quienes violaron la ley se sometan a los tribunales, que las irregularidades de todo el proceso sean anuladas y que el patrimonio de los trabajadores les sea devuelto.


Pero el tiempo pasa y el anhelado día no llega. Hoy, hasta los directamente responsables del mayor despojo perpetrado en una empresa privada (al menos en la historia reciente del país) se sienten tan lejos del alcance de la justicia que hasta quieren regresar al poder. El PAN se anuncia como salvador de la patria, le apuesta a que los mexicanos olvidamos todo.

Pero el domingo pasado, durante todo el día y en particular a las 15 con 17 minutos hora del centro del país, exactamente en el mismo momento en que hace seis años la Primera Línea Aérea de Latinoamérica dejó de volar, por todas las frecuencias aeronáuticas de este país se escuchó la voz de los tripulantes: “Mexicana de Aviación: ¡presente!”.


Cientos de los casi 800 pilotos ya están volando, sea en las otras aerolíneas mexicanas, sea en las muchas empresas extranjeras que sí aprecian en lo que vale la experiencia y la capacidad de nuestros aviadores.


Al menos la mitad de los 1,600 sobrecargos se han colocado en empresas de transporte locales o en otras muchas industrias. Algunos de los mecánicos de aviación encontraron trabajo en el sector aéreo, muchos más han tenido que cambiar de giro.


Los empleados de confianza se han ido, en su mayoría, a otro tipo de empresas. Y un buen puñado de jubilados siguen esperando sus pensiones, escamoteadas detrás de una burocracia insensible que los ignora.


La vida trascurre. En una familia seis años puede significar la educación de los hijos; una enfermedad, un fallecimiento, un suicidio. La familia que se disgrega porque papá tiene que ir a volar al extranjero y sólo puede visitar a su familia cada seis meses.


¿Resultado neto? Pérdida para el país, menoscabo de nuestra aviación y quizás lo peor, aunque no sea tan visible: la constatación de que en México es posible transgredir la ley, que se puede jugar con el patrimonio y el trabajo de 8,650 profesionales y matar el tiempo en Nueva York al abrigo de la impunidad.


Mexicana de Aviación sigue viva en diversos sentidos. En los muchos –muchísimos- ex trabajadores y especialistas de esa empresa, que hoy dan vida al resto de las empresas nacionales de aviación, de turismo, de aeronáutica y otros rubros.


Mexicana fue pionera y vanguardia en diversos aspectos. En la visión de alcanzar nuevos mercados en el mundo, en particular en Estados Unidos: turismo étnico, conectividad con playas, abrir rutas no imaginadas.


Sigue viva en sus iniciativas comerciales, como el VTP y la cercanía con los agentes de viajes. También en establecer auditorías de seguridad, SMS, factores humanos, talleres de mantenimiento que hoy dan vida al MRO, único patrimonio real con el que puede resarcirse el quebranto para las familias.


En el imaginario colectivo, sin embargo, Mexicana pasará a la historia como una muestra de que es más importante ser amigo de un presidente que empresario honrado y que Los Pinos bien vale ignorar el delito y denigrar a la aviación nacional.


Los trabajadores, los ciudadanos, esperamos justicia, pero también que este precedente nunca se olvide y que –al menos como un pequeño homenaje a esta gran empresa- nuestra aviación se desarrolle y le dé trabajo a nuestros mejores hombres y mujeres.


Lo oí en 123.45: Mexicana de Aviación: ¡presente!


http://www.cronica.com.mx/notas/2016/981218.html


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